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Yo fui un deicida adolescente

  Mi madre no quería verla por casa. Me lo dijo muy seria en cuanto abrió la maleta. Tenía el color de una puesta de sol californiana y la voz de una chiquilla rebelde. Y ese olor. Llenaba la habitación con aquel perfume inolvidable. Aquella mezcla entre tienda de barnices y savia de fresno recién derramada por el tronco. No discutí. Cerré el estuche y desde ese momento la guitarra durmió bajo mi cama mientras no estaba en el local de ensayo o sobre los escenarios. Hace mucho que entendí el rechazo de mi madre. En el comienzo de aquella década salvaje, empuñar una guitarra eléctrica antes de los veinte podía fácilmente llevar aparejadas agujas y cucharas, como los años posteriores nos confirmaron. Hubo muchas bajas en el ejército que coloreó este país monocromo que heredamos sin querer. Los 80 fueron nuestro Aleph , nuestro otro lado del espejo…                   (Foto Chema Baños) Aquella Fender Telecaster , comprada a base de ir a...

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