El refugio que nos dimos

 


 

                Seríamos ricos. Lo seríamos si nos hubiesen dado 50 centavos cada vez que pinchábamos a los Stones. Bajo la bola de espejos, obligando a la vida durante unos minutos a ser caleidoscópica. Brillaban nuestras dentaduras sonrientes entre la luz negra como si masticásemos luciérnagas. Nos adormecía el alcohol mientras Mick y los muchachos nos despertaban el alma.

“Oh, a storm is threat'ning
My very life today
If I don't get some shelter
Oh yeah, I'm gonna fade away”

            Lo curioso es que en aquellos días el refugio estaba en las calles. Al lado de los nuestros. Con los perros circunvalando nuestras piernas a la puerta de los bares. Aventando las greñas en aquellos inviernos que lo eran aún por las jeroglíficas callejuelas del casco viejo. No llevábamos mapas electrónicos latiendo en el bolsillo. Nuestros corazones nos indicaban la mejor ruta. Aunque estuviese plagada de peajes.

                        Hoy hace 32 años la aguja cayó sobre el vinilo y los altavoces comenzaron a escupir ambrosías. Crujientes. Crepitando mientras infectaban la sala y a todos nosotros con ella. Durante 17 años fue nuestro refugio. Mick tenía razón. El amor estaba tan solo a un beso de distancia.

“I tell you love, sister, it's just a kiss away
It's
just a kiss away
It's just a kiss away
It's just a kiss away
It's just a kiss away
Kiss away, kiss away”

(El bar Layla abrió el 3 de noviembre de 1988 en León. Hoy hace 32 años)





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